Un día en el 2020 abrimos los ojos y notamos que el mundo había cambiado, que el mismo aire que nos conectaba, nos empujaba hacia el aislamiento. Vimos también cómo durante la pandemia, la tecnología lideró el camino hacia una nueva normalidad, permitiendo, en cierta medida, la continuidad de la educación y del trabajo a través de videoconferencias. Conocimos la telemedicina, y vimos cómo la inteligencia artificial aceleraba el proceso de investigación para el desarrollo de las vacunas. Sin embargo, también nos dimos cuenta de que no todos vivimos en la misma era tecnológica. Existen millones de hogares sin computadores ni internet, que, por tanto, no tienen las herramientas para reconectarse con el mundo. Esta desigualdad en el acceso a la tecnología evidenció y también profundizó otras desigualdades, traduciéndose para muchos, en pérdidas de empleo, años escolares, y en general, oportunidades.
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