La guerra contra las drogas ha fracasado rotundamente. La estrategia prohibicionista plasmada en la Convención Única de Estupefacientes de 1961 e implementada durante las últimas décadas en Colombia deja resultados desalentadores, miles de muertos, un sinnúmero de problemáticas sociales, y la pérdida de legitimidad del Estado. El enfoque criminalizador no ha logrado afectar la estructura del narcotráfico, dado que las estructuras criminales amenazan con tener cada día más control. Mientras tanto, territorios enteros quedan rezagados, envueltos en las economías ilegales y la sangre, ahondando las desigualdades de ingresos, paz y oportunidades en Colombia.
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